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SOFOS: LA ENOLOGÍA LÓGICA

Crítica

Extremadura son sus vinos

Extremadura son sus vinos

Extremadura o “La tierra de los extremos”, excelente tópico para empezar éste desglose de los vinos extremeños. Pues Extremadura en sí son los extremos, los contrastes. Antaño fue Tierra de fronteras, suelo de batallas y cuna de Cortés, Pizarro y Núñez de Balboa…de conquistadores. Pero también fue la Tierra del olvido, del hambre y la pobreza, del hombre huraño, el jornalero y del cacique…

El viñedo ha estado presente desde tiempos remotos, aunque de aquellos viñedos a los de hoy, ha corrido el tiempo y los sinsabores.

En lo referente a sus vinos, Extremadura es una Tierra que busca su identidad, su esencia y su distinción. Lo cual no resulta fácil, si tenemos en cuenta que su viñedo lo ocupan más de 30.000 ha. repartidas por todos los rincones de su geografía.

Para comprender un poco más la Extremadura de los vinos, podemos entenderla como una pirámide (en ordenación) en la cual, encontramos en su cima los vinos acogidos al C.R.D.O. Ribera del Guadiana, en un segundo escalón están los Vinos de la Tierra de Extremadura y en último lugar, sumergidos bajo dicha pirámide, los Vinos de Pitarra. También habría que mencionar, aunque fuera de ésta clasificación, las pequeñas aportaciones enológicas acogidas al C.R.D.O. CAVA y espumosos.

El C.R.D.O. Ribera del Guadiana fue una de las últimas en constituirse como tal, siendo aprobada en 1997. Ampara a seis subzonas, cuatro de ellas en la provincia de Badajoz (Matanegra, Tierra de Barros y las Riberas: Alta y Baja) y dos de ellas en la de Cáceres (Cañamero y Montanchez), con diferencias muy notables entre ellas: suelo, clima, altitud, variedades… ¿entienden ahora a lo que me refería con extremos, verdad?... no por esto, sus vinos están exentos de calidad, aunque si resulta difícil dar una visión global de los mismos. La Denominación de Origen, ha de entenderse, como el marco de protección de la autonomía, singularidad y tipicidad de un producto, y no solo como el escaparate comercial al que aferrarse a la desesperada. Luego para la mantener la esencia de sus vinos (y en algunos casos encontrarla), habría que dotar de más independencia enológica y comercial a cada una de las subzonas, evitándose de ésta forma la globalización o estandarización del vino extremeño y los sinsabores que ello acarrea. Así se recomienda a todo aquel interesado en adquirir algún vino de la D.O. Ribera del Guadiana, que pruebe vinos de las seis subzonas, pues los hay verdaderamente excelentes, además poseen una muy buena relación calidad/precio, lo cual no supondrá un gran desembolso económico.

Siguiendo con la clasificación piramidal, el siguiente escalón lo ocupaban los Vinos de la Tierra de Extremadura. Éstos representan como ninguno el presente y el futuro de los vinos de Extremadura, y ello es posible en gran medida, a la flexibilidad normativa del organismo regulador, dotando a los viticultores y a los bodegueros de una mayor libertad creativa. Son vinos que encierran algunos rasgos del terruño, dando esperanzas a esa búsqueda de tipicidad. Aunque como casi siempre, solo algunos de ellos, dan el santo al mercado nacional e internacional, ¿pero son esas las muestras más representativas…? tal vez no…, y sería injusto por el abajo firmante, que dejase en el olvido a esas pequeñas bodegas, así no me puedo olvidar de Privilegio de Chacona y su Merlot ¡fermentado en barrica! o del Nadir Tinto Roble, pura potencia frutal, calidez y complejidad. Los Coloma de Amelia y su futuro Evandria. Pero también están los grandes marca, de las cuales poco hay que comentar, ellos lo saben hacer bastante bien, así tenemos los HABLA de Bodegas y Viñedos de Trujillo, excelentes vinos, aunque con un marketing más acorde al sector de la moda que al del vino, otra de éstas grandes muestras es el Marques de Valdueza, alabado por los críticos del sector. Los deberes de los Vinos de la Tierra, están hechos, solo falta que se les de el reconocimiento que merecen.

Por último, y ahondando en los cimientos de la pirámide, encontramos los desterrados Vinos de Pitarra, ¡Que daño han hecho estos vinos al mercado de vinos “de calidad” extremeños…! ¿Verdad…? ¡Que pena que no se hubiesen llamado Txakoli, o vino de Tea, o mejor aún Vino de Talha!. Está claro que un vino es lo que nosotros deseemos que sea, y así lo entendieron cuatro o cinco cooperativas y otras tantas bodegas cuando decidieron comercializar algunas de sus elaboraciones como “Vino de Pitarra”, debiéndose llamar más bien “vino de excedente no apto para la destilación”, pero algo habría que echarle a la gaseosa, ¿no?...

Pero… ¿qué son realmente los vinos de Pitarra? se preguntarán muchos…, tal vez ese “qué son” los hacen diferente, pues no “son” sino “es”, así un vino de pitarra, es un vino elaborado por particulares y pequeñas bodegas, siguiendo en muchos casos, técnicas ancestrales, en otros aúnan modernidad y tradición, cada elaborador busca su estilo, su gusto, dotando a ésas pequeñas creaciones con esa tipicidad y singularidad que sus hermanos mayores aún están buscando. Muchos de esos elaboradores son los propios viticultores, que destinan una pequeña parte de su producción para elaborar los mismos, concepto éste de viticultor-elaborador semejante al de vigneron en “La France”, aunque también el concepto del estilo, la singularidad y la baja producción, nos recuerda a los llamados “Vinos de Autor” o de “Garaje”, pero no se engañen con éstos últimos términos, ya que a diferencia de éstos, no se especula con ellos, luego no lo busquen en la sección gourmet de algún supermercado, ni tienda especializada, no lo encontrarán en la sección de los vinos cuyo precio lo acompañan dos ceros, no…

Como dije al comienzo, Extremadura es la tierra de los extremos, y si eso es así, “el vino de pitarra” es su espejo, no se puede globalizar las características de éstos vinos, pues son tan dispares, tan distintos…pueden gustar o no, y no por probar uno de ellos, se puede dar veredicto de lo que son éstos vinos, para bien o para mal. Éstos vinos, oscilan como un péndulo entre el clasicismo de los de Montanchez, Trujillo, Sierra de Gata,... y los renovados vinos sureños, esparcidos por comarcas como La Serena, Tierra de Barros, Olivenza… De las nombradas zonas, solo en Montanchez se sigue practicando un ancestral técnica de vinificación, la cual da nombre a los llamados “Pitarras clásicos”, éstos se elaboran partiendo de uva principalmente blanca, aunque también encontramos las pitarras tintas o los mezcla de ambas, que son encubados con los hollejos, permaneciendo en contacto con los mismos hasta varios meses, tras esto se trasvasa a otro envase (generalmente de barro) donde se cría tanto el vino tinto como el blanco, bajo el “velo de flor” como El Jerez, lo cual los dota de unas característica singulares y propias, aunque no apta para todos los paladares. También están los “Pitarras modernos”, que poco tienen que ver con éstos, al menos en lo referente a los vinos tintos, pues se suprimen las largas maceraciones, se evita la aparición del “velo de flor”, se suprime el barro por el acero inoxidable y la madera, haciéndolos más acordes con los gustos actuales, lo cual sitúa a muchos de éstos vinos a la altura suficiente como para mirar a los ojos a cualquier vino, de cualquier zona, sin complejos. Los vinos blancos, se siguen vinificando en presencia del “velo de flor”, dotando a éstos de notas ajerezadas. Y es que no miento si digo, que en la Extremadura anterior a los años cuarenta, se elaboraba “vino fino” semejante al Jerez.

 Muchos sostendrán ahora en su argumento, que los vinos de pitarra modernos han perdido toda su esencia, pero entonces ¿qué me dicen de los Txakolies de antaño y los de ahora?¿Y de los Riojas de “Alta Expresión” y los Riojas “Clásicos”?. Renovarse o morir…

Para finalizar, éste desglose ¿dónde dejamos a los espumosos y CAVAs extremeños?,  pues por más que insistan “cuatro aspirantes a políticos”, no somos la alternativa de nadie, no somos la moneda de cambio en un boicot injusto, no somos quién para dejar de lado los más de 150 años de tradición del CAVA catalán. Solo deseamos crecer en éste mercado de manera honrada, justa y por méritos propios. Por lo que pido a esos enardecidos por un ansia de boicot, que si “Extremadura son sus vinos”, España también lo conforman sus vinos, con mayor o menor tipicidad, con mayor o menor arraigo, con menor o mayor autonomía…

 Extremadura no se entiende sin su artesanía, y no iba a ser menos en lo referente a los vinos espumosos, y así lo confirma algunas pequeños elaboradores “pitarreros”, que se han decantado por ésta opción, “los espumosos de pitarra”, que tal vez han sabido dotarlos como ninguno, de la tipicidad que solo ellos podían darles, de ese toque de distinción que pedía agritos el sector, trabajando a “doble lías”, estancias en botellas con las lías durante más tiempo, coupage de distintos vinos, añadas y uvas, muchas de éstas últimas con nombres como morisca, alarije, pardina,  eva o montúa…

Solo me queda decir, que Extremadura mira al pasado, con un recelo injusto, con los “vinos de pitarras clásicos”, al presente, y sin creérselo, con sus vinos acogidos a la D.O., y al futuro con la expectación y la esperanza depositada en sus Vinos de la Tierra de Extremadura, con sus CAVAs, espumosos y “vinos de pitarra renovados y espumosos”… ¿Qué me decís?...

El concepto "crianza en barricas nuevas"

El concepto "crianza en barricas nuevas"

En los últimos años, ha ido surgiendo un nuevo concepto enológico "la crianza en barricas nuevas", Se que la idea de envejecer vinos en España no es nueva (la introdujo Manuel Quintano en el siglo XVIII), pero sí éste nuevo concepto.

La crianza del vino es necesaria si queremos obtener un vino perdurable en el tiempo, el vino necesita una microxigenación de las sustancias colorantes, necesita de las combinaciones entre taninos de la madera y los antocianos del vino, en definitiva, necesita estructurarse. En el panorama enológico, existen multitud de tecnicas de vinificación, y en todas ellas, existe una etapa para la estabilización y estructuración del vino, así tenemos el método bordeles (el más afianzado en España) que emplea barricas de 225 l (bordelesas) y juega con los trasiegos. También se conoce el método Borgoñon, posiblemente el más desconocido aquí, pero no por ello, menos interesantes, en él se emplean barricas de 228 l (borgoñona) aunque también trabajan con barricas de mayor volumen, y la peculiaridad reside en el trabajo con las lías. No hace falta mirar métodos de vinificación extrangeros. Aquí en España, tenemos el sistéma de soleras de Jerez y Montilla-Moriles. Pero el que está causando furor en España y en muchos paises del nuevo mundo, es el método "Parker", éste método consiste en marcar el vino con la madera, cuanto más mejor, por decirlo de alguna forma, consiste en infusionar la madera en el vino (a veces ésto que digo es literal), es importante emplear roble nuevo, con tostado medio, y en cada trasiego, pasar el vino a otras barricas nuevas, así hasta un periodo máximo de dos años, tras ello, un año en botella y ya está listo para la distribución, eso sí, el precio no ha de ser inferior a los 60 € (el precio también forma parte del método "Parker"). En nariz, destacan los aromas de roble "fino" (dicen unos), seguidos de notas tostadas (dicen otros) con un fondo especiado (rematan algunos), y...¿la fruta?¿dónde está la fruta?¿Dónde están los aromas primarios y secundarios?, sencillamente no existen, éstos vinos son infusiones de roble, solo tienen roble y más roble. Para finalizar la cata, queda la fase gustativa, por resumirla diré que es semejante a morder una rama de un almendro, agradable ¿verdad?.

Por último diré, que el vino ha sido, es y debe ser el producto de la fermentación de un zumo de uvas, y por ello, los aromas de ésta han de ser los dominantes, el roble cuanto menos presente esté mejor, pues ello demostrará el gran trabajo que ha realizado el enologo, ya que es facil hacer infusiones de roble, pero no es facil elaborar un vino que mantenga la fruta.